Rosa Negra
El viento aligera la carga de la
mula que se dirige al pueblo a dejar un pedido que su amo debía de cumplir. No
había buen camino y las piedras rozaban sus ojos y sus pezuñas estaban rotas de
tanto trotar.
El buen amo no dejaba de ver al
suelo, agobiado de tanto sol sobre su moreno rostro y ojos cansados de tanto
anhelar una jarra de cerveza fría y una buena piña. No obstante allá en el
pueblo de Totonicapán, Chajabal, yacía en espera una bella joven de pelo rizado
y ojos cafés que brillan en resplandor de las estrellas. Aquella joven es la
hija de aquel buen campesino que viene en camino con la vieja mula, Don
Eugelio.
Rosmerie era el nombre de aquella
joven que se ganaba los corazones de muchos hombres pero ninguno le era
suficiente para llenar los sentimientos que su corazón guardaba desde hace
mucho tiempo desde que el trágico destino aún no resuelto, le quitó al hombre
que le había amado incondicionalmente.
No había nombre para aquella
tarde negra que alzaba el frío del invierno que se alzaba sobre el arma fría
que reposó sobre el cuerpo inerte de aquel hombre que yacía dormido sobre el
suelo sucio que enterraba su alma en el más profundo abismo de la muerte. La
policía no llegó a tiempo para salvar la vida de aquel pobre hombre.
Nadie sabía nada ni había oído
nada de aquel incidente ya que en la plena oscuridad solo el viento delataba
la esencia del asesino. No había huellas ni pisadas que dejaran rastro del
fatal crimen.
Don Eugelio llegó a su casa con
el aliento gastado y todo sudado, su hija le sirvió una jarra de cerveza fría y
un buen trozo de piña. Al terminar, tomó una pequeña siesta y luego se fue a
duchar para luego dormir una merecida siesta durante toda la noche.
Rosmerie mientras tanto cepilla
su hermoso cabello bajo la luz de la luna luego de escribir tristes poesías
para curar lentamente sus heridas.
Rosmerie: Oh! Desdicha que me ha
tocado vivir con una vida donde el amor me ha dejado pero que al fondo la fría
sensación de la muerte me abruma y me calma.
Luego de unas horas, todos los
del pueblo dormían apaciblemente mientras en las calles de Chajabal se adensaba
la neblina, la luna se escondía detrás de las montañas y los búhos dilataban
sus pupilas para ver más de cerca aquella sombra que recorría las calles que
luego se detiene frente a una vieja choza abandonada y luego desaparece.
La leyenda cuenta que en esa
choza vivía una mujer muy hermosa llamada Susan que atraía a los hombres con
tanta facilidad debido a su perfecta complexión y esencia angelical. Un día
esta joven se enamoró apasionadamente de un hombre aparentemente de una buena
mata llamado Sebastián, aquel hombre juraba también que su amor por ella era
más fuerte que mil tornados. Días después de apasionados encuentros a
escondidas de sus padres, decidieron escaparse juntos y así poder ser felices
lejos, pero esta aventura se volvió una tragedia ya que después de que cada
quien saliera de sus casas para encontrarse, el joven llegó al lugar acordado
pero ella nunca llego. El la busco interminablemente por todas las ciudades de
Totonicapán, desde Barreneche hasta el pequeño pueblo de Solvella. Pasó años
buscándola con sus maletas en mano, poniendo sus esperanzas en que la encontraría
sentada en la parada de trenes esperándolo para huir juntos, pero lo único que
encontró fue su cadáver putrefacto en un estanque de ranas en las afueras de Ciénaga.
Le habían arrancado el rostro y rasguñado su precioso cuerpo. Le habían quitado
su alma, su esencia y su corazón. Aquella escena era muy perturbadora e
hiriente, así que el joven decidió quitarse la vida y así finalmente poder
reunirse con su amada. Hasta el día de hoy no han podido encontrarse pues Sebastián
se suicidó en Patzam y Susan fue asesinada en Ciénaga, así que la distancia
sigue siendo un problema hasta para los espíritus.
Todas las noches recorre las
calles de su pueblo, justamente dónde conoció a su amado y recordando la
promesa que hicieron para huir juntos el día de su muerte.
La muerte puede ser muy trágica,
pero para otros, la muerte puede ser muy placentera y deleitante. Rosmerie era
una joven muy amigable pero su mirada ocultaba algo siniestro y frío que nadie
sabía ya que nunca la miraban más allá de su belleza exterior lo cual era una
oportunidad favorable para ocultar ciertos secretos.
Matilde Romero era la esposa del
comisario del pueblo, Don Prudencio, y
estaba enteramente segura que Rosmerie ocultaba algo que la intrigaba y le
erizaba los cabellos solo con verla de lejos. La belleza exterior para Doña Matilde era solo la máscara de la
maldad. Las manos suaves y finas significaban la delicadeza de un crimen bien disimulado,
los cabellos de seda y bien peinados era el deleite de la sangre correr debajo
del suelo sin ser descubierta.
Matilde: Te digo Prudencio, que
esa muchacha me tiene inquieta y no debes confiarte en su cara de muñeca que
algo oculta esta mujer.
Prudencio: no seas paranoica
mujer, que esa muchacha no le haría daño ni siquiera a un gato, además casi
nunca sale de casa por cuidar a su madre y limpiar la casa.
Matilde: solo mírala a los ojos y
te darás cuenta de lo que siento.
Al día siguiente todos empezaron
sus labores diarias desde el amanecer, Don Ignacio en la carnicería y su hijo
Paul, se dirigía al matadero para recoger el cadáver de una res fresca. Doña
Samanta abría su negocio de telas y su esposo Don Pedro abría su taller de
carros. Todos procuraban abrir sus negocios temprano para atraer clientela o al
menos poder cerrar temprano, mientras tanto, el Presidente de la república se
levantaba y esperaba a que sus sirvientes le sirvieran su desayuno y le
prepararan su ropa de diario. Desde los más humildes trabajadores hasta los más
adinerados empresarios del tiempo comienzan sus rutinas des de muy temprano.
Rosmerie se levanta desde las
cinco de la mañana a preparar el desayuno y su padre se levanta a las cinco y
media, luego de comer se lava la cara y sale con su vieja mula hacia la Concordia
que queda a unos diez kilómetros de Chajabal.
Se acercaba el cumpleaños de su
madre, así que Rosmerie salió en busca de unos listones y telas al despacho de
Doña Samanta para hacerle un vestido a su querida madre postrada en cama.
- Buenos días señorita Rosmerie,
¿Cómo está usted el día de hoy?- Saludó Doña Samanta.
-muy bien gracias doña Samanta y usted
¿qué tal?- saludó Rosmerie.
-yo bien por la gracia de Dios, y
¿qué tal está tu madre?- dijo Doña Samanta.
-para que le miento doña samanta,
mi madre está cada día más débil y no quiere comer nada, a lo mejor ya está
cerca su hora- dijo Rosmerie con una tranquilidad sorprendente.
-como puede decir eso señorita
Rosmerie, debería estar rezando por la recuperación de su madre en vez de
esperar su muerte- dijo Doña Samanta sorprendida.
- yo no creo en falsas promesas
doñita así que solo me resta esperar- dijo Rosmerie con enojo.
- bueno señorita, solo usted
sabrá en qué creer, hay le manda saludos
a su padrecito- dijo Doña Samanta intrigada de las palabras de la joven.
- yo le digo, gracias y feliz
día- dijo Rosmerie con una mirada seria y fría.
-yo no creo que esa niña sepa lo
que está diciendo- se decía a sí misma Doña Samanta-.
Al cabo de unas horas de compras,
Rosmerie regresó a casa y empezó a hacer el vestido para su madre, pero antes
de empezar se dirigió al cuarto de su madre en silencio.
-la vida nos ha dado nuevas cosas
que vivir pero tú ya no compartes los mismos sueños del tiempo. La vida ya no
es para ti madre, deja de sufrir.
Lentamente retiró el suero que
estaba inyectado en sus venas junto con el respirador ya que era lo único que
la mantenía con vida, al cabo de unos segundos dejó de respirar y poco después
su corazón ya no latía más. La joven lentamente se retiró del cuarto y cerró la
puerta como si nada hubiera pasado, se sentó frente a la máquina de coser y
comenzó a hacer el vestido para su madre, pero esta vez no sería para su
cumpleaños sino que para su funeral.
Al cabo de unas horas, se oyó un
ruido escalofriante por toda la casa que provenía del cuarto donde su madre
yacía muerta. La joven se asustó pero no lo suficiente para levantarse e ir a
investigar, cuando llegó frente al cuarto de su madre notó que debajo de la
puerta escurría un charco de sangre lo cual la puso más nerviosa.
De pronto la puerta de poco en
poco se fue abriendo y detrás de ella se vio el cuerpo de su madre en el suelo
boca abajo con un mar de sangre saliendo de ella, pero segundos después el
cuerpo empezó a moverse lentamente hasta
que empezó a arrastrarse hacia la joven. Rosmerie estaba paralizada del miedo y
lo único que podía hacer era temblar. El cuerpo inerte de su madre ahora se
arrastraba por el suelo tratando de salvarse.
El Cuerpo levantó el rostro y con
una mirada fría se lanzó contra Rosmerie en una lucha por sobrevivir.
Don Eugelio venía en camino,
siempre con su vieja mula y fatigado por el sol. Al llegar a la casa se dio
cuenta que su entremés de costumbre no estaba listo y no había señales de su
hija. Al recorrer la casa se dio cuenta de que debajo de la puerta de su
esposa, corría un mar de sangre, rápidamente abrió la puerta del cuarto y quedó
paralizado por la escena tan perturbadora que estaba observando.
Rosmerie estaba tirada en el
suelo sobre el charco de sangre con su madre encima y ambas ya sin vida. Para
Don Eugelio el sol se había apagado y las estrellas no brillaban más.
Días después la policía hacía su
inspección semanal y al entrar en la casa de Don Eugelio se dio cuenta que un
olor pestilente invadía la casa y al entrar en la habitación de Doña Leonor que
era la esposa de Don Eugelio vio que ya estaba muerta y al seguir recorriendo
la casa entró a la habitación de Rosmerie y también estaba muerta. La casa era
un cementerio, Don Eugelio estaba traumatizado que ni siquiera se dio cuenta de
que la policía había entrado en su casa.
Las horas transcurrían y la
escena del crimen era un enigma. Revisaron la escena del crimen una vez más
antes de retirar los cuerpos así que esta revisión debía de ser la más
minuciosa de todas. Empezaron por los corredores y luego por la habitación de
Rosmerie, al entrar en esa habitación se sentía una sensación muy sombría y debajo de la cama había un pequeño cofre.
Al abrirlo se encontró con trozos de periódico viejos pero no eran cualquier
trozo, eran noticias recortadas de fechas antiguas y una de ellas pertenecía al
caso de Susan y Sebastián, junto con ella estaba una carta dirigida a Sebastián,
cosa que era extremadamente raro y muy sospechoso.
-Hey coronel, venga a ver esto-
dijo el oficial al encontrar la carta.
-que pasa muchacho, encontraste
algo que nos pueda servir?- dijo el coronel un poco sorprendido.
-creo que sí señor, se recuerda
del caso de Sebastián y susan, pues aquí hay una carta dirigida a Sebastián
justo el día de la muerte de Susan- dijo intrigado.
-como es eso posible oficial,
cree usted que la joven Rosmerie estaba involucrada en el asesinato de Susan?-
dijo con convicción.
-no lo sabremos hasta leerlo señor,
¿quiere usted que la leamos en este momento?
-que no se espere más oficial, a
lo mejor se la solución a ese crimen que nunca fue resuelto- dijo el coronel
muy decidido.
Al abrir la carta solamente decía
unas pocas palabras pero que revelaban toda la verdad tras ese crimen.
“No hay mujer que ame su rostro como tu amada ni mujer que ruegue por
su complexión perfecta que presume ante todos como tu amada pero nunca abra
mujer como la tuya si esta está bajo la tierra”
Att: Ross(a la que nunca amaste).
Cuando terminaron de leer la
perturbadora carta, se dieron cuenta que era una confesión de un asesinato
dirigido a la persona que perdió a su ser querido pero que nunca fue enviada.
Mientras tanto Doña Matilde
hablaba con Doña Samanta y le comento su interesante conversación que tuvo con
Rosmerie esa mañana.
-no cree usted que esa
conversación fue rara?- dijo Doña Samanta con preocupación.
-No señora, no es rara, es
sospechosa y demás en este momento mi esposo fue a su casa- dijo seriamente.
-¿Acaso la va a interrogar por
algo?- dijo extrañada.
- No, fue a traer su cadáver,
está muerta- dijo muy seriamente.
Doña Samanta estaba atónita y no
sabía que responder ante tal noticia que solamente se quedó parada sin habla
hasta que doña Matilde se fue.
La noticia se empezó a propagar
como una epidemia en todo el pueblo y días después ya se sabía en todo
Totonicapán. La noticia estaba en todos los periódicos y en todos los
noticieros, era una total farándula y un chisme que nadie podía evitar.
By: Nohemí España